Bruno se dobla, y cae
Es algo que me impide. Bruno se
dobla, es un hecho y al mismo tiempo una ceguera. Si fuera un desaparecido, pienso,
no habrían sido esas palabras. Si hubiese sido una de las margaritas tampoco.
En una tierra traidora la esquizofrenia está en los hechos. Los hechos son
estos: Bruno se dobla, cae.
R. Z.
Al frente las montañas
emergen como una gasa
de tul curvándose contra las sombras. La nieve de la cordillera fosforece levemente, como una gasa que flota. Arriba de las infinitas estrellas y el cielo negro. Las palabras son leves, las estrellas son leves.
Escuché un campo
interminable de margaritas
blancas. Se doblan por el viento, el cielo es negro. Oigo el gemido de los delgados tallos al doblarse. El sonido es chirriante, agudo. Cuando el viento cesa vuelve el silencio.
Bruno. Solo es una línea
blanca que cae y se
levanta. Arriba de la línea todo es negro y abajo también. Antes está la playa, lo sé, después el mar hasta el horizonte y luego el cielo. La noche es una caja cerrada negra, abajo la línea de la rompiente suena y es blanca.
Bruno era mi amigo.
Las ciudades pequeñas son
blancas en la noche.
Adelante está el mar, de él solo se distingue la línea blanca de la espuma de la rompiente. El mar, la noche cerrada.
Escucho al conejo
encandilado frente a los focos.
Arriba, la gasa de la nieve de las montañas parece un tul que le fuera a caer cubriéndole la pequeña mancha de sangre que ha emergido de su pelaje pardo. Los focos iluminan otros blancos, otros pequeños pelajes con sangre.
Una pequeña mota roja de
sangre cubierta con la
gasa de la nieve de todas las montañas.
Susana es pequeña.
La tierra que cubre a
Bruno es negra. La cara de
Bruno es blanca. Pero no sé si es tierra y no sé si es agua negra o es aire negro. La cara de Susana también es blanca bajo el aire o el agua o la tierra negra.
Escucho el sonido de las
margaritas al doblarse.
Susana es una amiga bajo el campo negro de margaritas blancas.
A pique el cielo negro cae
sobre el mar, sobre el
campo negro, sobra la nieve como gasa de las montañas. Arriba las estrellas se doblan al unísono de las margaritas bajo el viento. Las estrellas no emiten sonido alguno, los tallos de las margaritas gritan y los oigo.
Susana dice palabras bajo
el campo o el agua o la
tierra.
Recuerdo un pasaje de mar.
Sobre el horizonte
el cielo tiene una diafanidad infinita y escucho el silencio que se vuelve inmenso. Bruno era mi amigo. Susana es ahora miles de Susana. El silencio me recuerda un camino de asfalto al lado de las montañas y el pequeño conejo encandilado, inmóvil. Me detengo y vuelvo. En el hocico tiene una leve mota de sangre, también en el pelaje del cuello, casi no tiene peso en mis manos. Oigo el sonido de las margaritas al doblarse.
Casi no pesa. Sus
incisivos suavemente enrojecidos
parecen chirriarle a la luna. Susana tiene los dientes apena rojizos. Su boca abierta le enseña los dientes apenas rojizos a la luna, como un chirrido.
En la imaginación redacto
cartas desvastadas de
amor.
Las patas delanteras
dobladas, recogidas contra el
hocico entreabierto. Sus diminutas garras negras de tierra dejan ver los incisivos enrojeciéndose. Miles de pequeños incisivos punteados de sangre y la noche. Miles de cartas llena de amor aguándose como un pequeño copo de sangre bajo la gasa de la nieve, bajo la venda de tul de la nieve de todas las montañas.
Susana dice palabras
doblada bajo el campo o el
agua o el aire negro. Bajo la tierra de las diminutas garras.
Las pequeñas garras del
conejo atropellado. Sus
diminutas garras y la tierra negra del campo endurecida en su revés. Sus ojos terrosos acumulándose como dos montoncitos de tierra en la noche negra. El cielo es negro, hay margaritas. Sus ojos enterrados bajo la tierra campestre que acumulan todas las minúsculas garras.
Los ojos vaciados. Bruno
se dobla, cae.
Las minúsculas garras
negras y el pelaje pardo.
Los albos incisivos abiertos se van enrojeciendo suavemente. Más atrás, sobre el cuello, los pelos pegajosos de pequeñas manchitas de sangre se han rigidizado como púas. Imagino el cuchillo entrando en el cuello, luego en los ojos. El cuchillo sube y baja como la línea blanca de la rompiente en la noche cerrada. En las manos el pequeño cuerpo se dobla. Bruno se dobla, cae.
Las estrellas en la noche
se doblan como las
margaritas y las motas de sangre en el pelaje pardo. Los tallos de las margaritas chillan al doblarse. El culatazo y su cuerpo casi sin peso doblándose. La gasa de la nieve blanca de las montañas se enrojece levemente igual que los dientes bajo el diminuto hocico.
Los dientes de cientos de
Susanas se enrojecen
levemente bajo sus labios, bajo la boca de la noche.
Ah el mar, el mar bjo la
noche.
Bruno está muerto, Susana
está muerta. El campo
negro y atrás la gasa sanguinolenta de la nieve de las montañas. La rompiente blanca sube y baja adelante. Las ciudades pequeñas son blancas en los caminos de noche. Se asemejan a copos de luz apareciendo de pronto y luego nada. Alguien los vio y ahora son miles de caras blancas, con los dientes levemente enrojecidos y las cuencas de los ojos vacías. Mis caras de amor. Luego nada.
Cruzo pueblos pequeños en
la noche. Cruzo
pelajes moteados de sangre. Ambos son leves. Bruno es leve, Susana ahora es leve.
Las palabras de amor son
leves, como la noche es
leve, como los tallos de las margaritas, sin embargo ellos chillan cuando el viento los dobla. Chillan y yo los escucho. Mis cartas de amor son leves. Tiene pequeñas motas de sangre y saliva, acuosa.
Vuelvo a casa, dice Bruno.
Susana también dice
que vuelve a casa.
Se dobla, cae
Bruno es una pequeña
garrita negra. Susana es
ahora una pequeña garrita negra. Las margaritas se doblan chirriando. Están las margaritas, la nieve de gasa de las montañas. La línea de la rompiente.
Yo lloro una patria
enemiga.
Las pequeñas ciudades
blancas esperan a Bruno,
las pequeñas ciudades blancas iluminadas por los focos en la noche esperan a Susana. Es día, ellos ya no están y lloro. |
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