Las cosas ocultas pesan mucho más que las dichas
Desde muy joven se entregó a eso de escribir cuentos y hoy, con apenas 38 años, Andrea
Maturana está considerada una de las escritoras más representativas de
la literatura latinoamericana de los últimos tiempos, aunque en España acaba de
aterrizar con su única novela,El daño (publicada en Chile en 1997).
Los títulos de sus libros nos ponen los dientes largos a quienes nos hemos
enganchado a su buen hacer con las palabras. Y es queNuevos cuentos eróticos (Grijalbo-Mondadori,
1991), (Des)Encuentros (Des)Esperados (1992) y No decir(2006;
once relatos que exploran la intimidad de la sociedad chilena contemporánea con
sus miserias y sus silencios) a priori suenan muy bien. Pero tendremos que
esperar. Lo bueno, ya se sabe, se hace esperar.
Notodo: Si algo nos ha llamado la atención de tu libro es esa
manera sencilla de narrar los acontecimientos para después introducir de manera
brutal, en un par de frases, la verdad de los hechos, lo que más duele. No es
cruda, pero el efecto que consigue sí. Es inevitable hablar de Vinka Jackson, a
quien le dedicas el libro y que ha publicado recientemente su historia de
abusos sexuales en su infancia. ¿No te resultó difícil escribir una historia
tan dura, tan cercana, y casi ponerle nombre propio?
Andrea Maturana: En verdad mi relación con mi escritura es mucho más
visceral que intelectual. No hago un plan mental y organizado de las cosas
antes de escribirlas, sino más bien las hago pasar por mi cuerpo, por mis
sensaciones, de modo que sí es duro escribir historias duras: para hacerlo
tengo que haberlas decantado emocionalmente primero, y eso es doloroso. Sin
embargo había algo detrás de esta novela, otra cosa, casi una búsqueda de un
acto de justicia para mi amiga, cuya historia nunca antes había sido validada.
Eso fue un gran impulso en el momento de escribirla.
N.: Han pasado diez años desde que se publicó El daño en
Chile y ahora llega a España. ¿Cómo se vive este segundo lanzamiento desde los
ojos de quien ha escrito la historia y ha madurado en su manera de trabajar?
A. M.: Se vive con agradecimiento y con sorpresa. Yo no conozco ni
necesariamente entiendo las políticas editoriales o de mercado, porque ése no
es mi trabajo, pero el que España haya decidido llevar mi novela fuera de Chile
diez años después, por las razones que sea, ha sido maravilloso. Lo ha sido
para mí como escritora y también como persona: espero que sea la antepuerta
para llevar también el libro de Vinka Jackson, un libro maravilloso y durísimo,
extraña mezcla.
N.: ¿Crees que la literatura tiene que alimentarse de las miserias, hacerlas
públicas contándolas tal y como son, aunque sean difíciles de ver y nos
obliguen a tener los ojos abiertos? Literatura protesta, digamos.
A. M.: No. La literatura es algo demasiado grande, es como decir
"la gente". Si toda la literatura se alimentara de las miserias, leer
sería monótono y terrible. Yo creo que debe alimentarse de todo: de todos los
sentimientos y aconteceres humanos y naturales y sobrenaturales, de los sueños
y de las fantasías, de la ciencia y de lo cómico y de lo triste. Lo que pasa es
que cada uno tiene ahí sus intereses y sus sensibilidades... A mí la mentira,
las cosas ocultas, las hipocresías y la negación son temas que me queman las
manos. De alguna manera no puedo quedarme sin decir ciertas cosas. Pero eso es
personal y quizás, sí, una forma de protestar frente a lo sobrevaloradas que
están las apariencias.
N.: ¿Crees que el compromiso del escritor debería limitarse a contar la
historia simplemente? ¿O tal vez debe trascender la historia y tomar cartas en
el asunto? Es decir, tú has escrito El daño y es inevitable
pensar que te metes de lleno con un tema que nos llega al alma a todos, el
abuso sexual de niños. Si además la novela está basada en una historia real,
¿ya has pasado a formar parte de quienes luchan activamente en contra del
maltrato infantil?
A.M.: Yo soy escritora, no soy activista ni política. No sirvo
mucho para eso. Creo que hoy hay una tendencia a querer transformar al escritor
en un personaje que "representa" algo: a las mujeres, a los jóvenes o
la lucha contra esto o lo otro. El compromiso del escritor es escribir. Es ésa
su forma de aportar. Si mi libro sirve para abrirle los ojos a una madre, a una
sola, yo ya siento que la aportación está hecha. Lo otro, luchar activamente,
es otra capacidad y no necesariamente es el escritor quien la tiene, aunque
podría darse.
N.: Eres bióloga además de escritora. Es una pregunta tópica, pero es
interesante saber cómo vives esa relación antagónica ciencia - literatura, o si
no es tan antagónica como pensamos algunos.
A.M.: Trabajé en un laboratorio y al mismo tiempo escribía una columna
semanal para un diario, y era perfectamente compatible. Luego abandoné la
ciencia y el remanente que me queda es que traduzco documentos científicos.
Todo lo que he aprendido me sirve, y me ha servido en momentos inesperados de
la vida. No hay nada antagónico en desarrollarse en varias disciplinas, sólo
hay crecimiento.
N.: Escribes sobre todo cuentos. ¿Cuestión de comodidad? ¿Lo prefieres a la
novela?
A.M.: El cuento se ajusta más a la forma en que yo elaboro mi trabajo.
Tiene algo más preciso, es más breve y perfecto que la novela. Ésta da espacio
para más divagación, y yo no divago mucho cuando escribo.
N.: Háblanos un poco de ese "exorcismo" que ejerce la palabra en
tu obra a la hora de espantar a los fantasmas que atormentan a los personajes.
¿Es habitual en tu literatura? (no te hemos leído demasiado en este país, una
lástima).
A.M.: El exorcismo a través de la palabra sí es habitual. Está
presente también en mi último volumen de cuentos,No decir. Mi sensación
es que las cosas ocultas pesan mucho más que las dichas, aunque decirlas a
veces sea difícil. No decir trata de generaciones con secretos
guardados y pesares asociados y con el experimento de abrir esos espacios en un
momento dado y ver qué pasa. Ver qué pasa cuando se nombra lo que parecía
innombrable. Creo que "decir" es el primer e indispensable paso para
sanar.
N.: ¿Quiénes son tus referentes?
A.M.: Hay muchos, en diversos momentos de mi vida. Cortázar como
cuentista, sin duda. Algo del ahorro de recursos de Banana Yoshimoto, las ganas
de escribir como John Irving o una novela ácida como las de Amelie Nothomb.
Alguna vez estuve obsesionada con Thomas Bernhard. En fin, muchos, según lo que
me estuviera pasando en ese momento.
N.: ¿Cómo ves la literatura hispanoamericana actual?
A.M.: Veo surgir muchas cosas distintas. Voces que son más personales
que generacionales, que hablan de cosas particulares, de miradas, de intereses
de cada uno. De todos modos, y nuevamente, la literatura hispanoamericana es
algo demasiado grande. Yo he leído a algunos autores, pero no sé si tengo una
visión tan global como para hablar de toda ella.
N.: ¿Y la española?
A.M.: La española la conozco poco, no me he dedicado a leerla tan
minuciosamente como para poder hacer una distinción precisa respecto de la
hispanoamericana.
N.: ¿Leeremos No decir en España?
A.M.: ¡Ojalá! ¡Pregúntele a Alfaguara!
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